lunes, 12 de mayo de 2014

CAPÍTULO 3: ALIADOS Y ENEMIGOS

- ¿Alguna idea Jak? - Elyze estaba algo asustada y no podía apartar la vista de quienes se acercaban.

- Alguna.....dame tiempo...... - fue lo único que pudo decir, no sin nervios, antes de tener encima a los soldados.

El más adelantado se acercó a ellos con aire cansado.

- Vosotros debéis ser nuevos por aquí, ¿no? No me suenan vuestras caras. ¿Podríais acompañarnos por favor?

Jak y Elyze se miraron a la par que ella se retiraba la capucha; la preocupación se reflejaba en los ojos del otro y sus mentes trabajaban a velocidad de vértigo para idear alguna excusa creíble.

- Eh...¿para qué exactamente? - se atrevió a decir Jak.

- Un simple formalismo, desde la explosión está apareciendo gente nueva y nos han ordenado realizar una ruta de reconocimiento para ir añadiendo a la ciudadanía los que aparezcan en el lugar.

- Nosotros ya estamos registrados en su lista, ¿se te ha olvidado? - intentaba ocultar los nervios y parece que lo conseguía, si podía convencer al soldado se habría librado de una buena.

- ¿Ya están en el registro? - dijo el que parecía el jefe; luego se volvió hacia sus compañeros y comenzaron a murmurar. Después volvió a dirigirse a Jak - ¿De verdad que ya están registrados? No encuentro nada sobre vosotros.

- Déjame ver eso - exigió Elyze para sorpresa de todos; ¿podría ser que su amiga a la que tanto echaba de menos estuviera en esos registros?

Aún más sorprendente para ella y Jak fue la actuación del soldado que llevaba la tableta digital en la que figuraban los datos; éste se la tendió sin ningún tipo de reparo para que comprobara que realmente no estaban fichados. Elyze observaba con ojo avizor cada nombre, cada apellido, con la esperanza de encontrar algo que le hiciera recordar cómo era su amiga, pero no descubrió nada relevante, por lo que le devolvió la tableta digital algo desilusionada.

- Tú misma lo has comprobado, ¿vendréis con nosotros? – insistió de nuevo.

- A ver, soldadito. No sé si te has dado cuenta de lo que estás interrumpiendo – dijo Jak dirigiendo a Elyze una fugaz mirada cómplice a la par que le pasaba el brazo por encima del hombro – Mi novia y yo queremos estar solos, y por “solos” digo sin nadie fastidiando; ¿os importaría volver más tarde?

Terminó la frase sonriendo, pero más para enseñar los colmillos que para fingir cordialidad. Su gesto pareció no dar resultado ya que el líder del pequeño grupo resopló con cansancio ante su respuesta y volvió a insistir, aunque su tono no fue de reproche; más bien sonaba exhausto.

- Mira, tengo tan poca gana como vosotros de ir molestando a la gente de esta manera; sólo soy un mandado y llevamos trabajando toda la mañana para tratar de poner algo de orden. Tras la explosión ha habido muchas personas que ni siquiera sabían dónde estaban y hemos tenido que ir a echarles una mano, así que, por favor, sólo os pido unos minutos; luego prometo que no os interrumpiremos más – sonaba sincero, pero eso no llegó a convencer a Jak, más bien le alertó ya que parecía que hiciera lo que hiciese no se lo iban a quitar de encima. De modo que optó por poner en marcha el plan B.

- Vale, iremos con vosotros – se acercó a los que estaban detrás del líder y apoyó los brazos en los hombros de cada uno quedando él en medio – pero luego tendréis que invitarme a una cerveza, ¿eh? No seamos ratas.

Una mirada y un gesto por parte de Elyze bastaron para que Jak juntara brutalmente las cabezas de ambos soldados, que cayeron al suelo bastante confusos; los cascos se habían agrietado por culpa del impacto y a uno de ellos se le había agrietado la visera. Un hilillo de sangre le resbalaba por la mejilla.

- ¿Pero es que te has vuelto loco? - dijo el líder de la pequeña escuadra tras ver lo que acababa de pasar - ¿A qué ha venido eso?

Sin pronunciar palabra, Jak empujó al líder hacia el suelo para que se golpeara la cabeza, pero no lo hizo con la suficiente fuerza, por lo que el hombre seguía plenamente consciente; asustado, pero consciente. En un acto instintivo, levantó las manos poniéndolas frente a Jak, que lo miraba con intención de golpearle de nuevo, y trató de tranquilizarle con sus palabras.

- ¡Por favor, para! No queremos haceros nada malo; tan sólo estamos cumpliendo con nuestra obligación. ¡Cálmate por favor!

Jak se lo pensó, ¿estaba realmente diciendo la verdad? ¿Se habría dejado llevar por los nervios y las apariencias?; Pensándolo bien no tendrían por qué hacerles nada a ellos, al fin y al cabo a quien buscaban era a Tecno y no a una bestia ni un ánima; por lo que verdaderamente sí que se podría haber pasado demasiado con ellos. Jak concluyó que se había equivocado al juzgarles y trató de echarles una mano.

- Lo siento tío, supongo que he bebido demasiado; no pretendía ser tan brusco – el hombre aceptó, tras una breve pausa, la mano que le ofrecía para ponerse en pie - ¿Estás bien?

- Uff, sí, no me has hecho mucho daño, pero creo que te has pasado un poco con mis compañeros – dijo mirándoles; estaban un poco mareados pero no parecía nada grave.

Elyze aún estaba algo extrañada por la forma que tuvo el soldado de tomárselo; ¿sería eso normal en aquél Distrito? Dirigió una mirada de advertencia a Jak pero él contestó a eso con una sonrisa, desmintiendo sus temores.

- Nada que no se pueda quitar con un buen trago, ¿eh, jefe? - respondió Jak más calmado. Se había comido tanto la cabeza pensando lo que podrían haberle hecho esos hombres que no se había dado cuenta de que ellos también son personas y que puede no apetecerles hacer ese trabajo.

- Anda vamos, os llevaré a la camioneta de ahí en frente; os tomamos las huellas y os invitamos a una cerveza – dijo entre risas el líder mientras acompañaba a Elyze y Jak, que aceptaron ir con ellos.

Conforme iban caminando por la calle principal la incansable voz del joven que estaba pidiendo limosna se fue metiendo más en sus oídos, ya que se estaban acercando al lugar en donde estaba sentado; varias personas le rodeaban como sintiendo lástima por él y se podía ver que alguien le había echado algunas monedas en un saquito que tenía delante. No tocaba mal, el problema era la voz.

De repente, 3 guardias salieron a cada lado de la calle, desde detrás de unos escombros y contenedores gigantes, y apuntaron con sus pistolas a Jak y Elyze, que se quedaron pasmados ante el inesperado asalto. Los soldados esposaron a los jóvenes de pies y manos y a Jak le sujetaron del cuello con una cuerda plateada por parecer el más inestable; las armas les fueron arrebatadas y por alguna extraña razón eran incapaces de llamar a su magia para tratar de liberarse. Para sorpresa de todos, fue el soldado amigo quien habló.

- ¡Pero, ¿qué hacéis?! Este trato no es necesario, estaban viniendo por voluntad propia y no han hecho nada para que los esposéis.

- No nos podemos fiar, después de la explosión ha habido muchos altercados, asesinatos y robos; debemos extremar las precauciones – respondió el hombre.

- De acuerdo, de acuerdo – dijo el líder, cediendo – pero por favor, no les hagáis daño.

Jak no paraba de gritar improperios mientras que Elyze prefirió guardar silencio mientras buscaba a su alrededor a alguien que quisiera ayudarles. Desde una esquina, dos soldados más añadieron al grupo a otro prisionero, tenía orejas alargadas, ropa de cuero ceñida y permanecía cabizbajo mientras era arrastrado por los guardias.

Los tres pasaron junto al muchacho que pedía limosna, la gente que le rodeaba se había girado para observar a los apresados pero el joven seguía tocando su sitar, ensimismado con la música; ya no cantaba y se le notaba algo más serio.

Vestía una gabardina larga y negra y tenía el rostro encapuchado, pero en el momento en el que Jak y Elyze posaron sus ojos sobre él, éste levantó levemente la capucha y les guiñó un ojo acompañado de una sonrisa.

Segundos después, en algunas zonas del suelo mal asfaltado empezó a surgir agua de la nada, la cual tomó la forma de una bailarina. En poco tiempo había formadas tres bailarinas de agua, que se lanzaron directamente hacia los soldados sin miramientos; estos empezaron a disparar hacia ellas, que recibían todos los impactos mientras trataban de liberar a los que estaban cautivos.

Por desgracia, Jak se encontraba tan cerca del furgón que ninguna bailarina pudo acceder a él, una de ellas se quedó para distraer a los soldados mientras las otras 2 empujaban a Elyze y al elfo desconocido hacia los restos de Highwind. Lo último que oyeron decir a Jak antes de entrarlo en el vehículo fue que quería la cerveza que le prometieron.


Aunque Elyze intentó resistirse para ir a ayudar a su amigo, las figuras continuaron empujándola junto con el elfo sin descanso para que no retrocediera y llamara de nuevo la atención de los soldados.


Cuando llegaron a la antigua cafetería, las figuras señalaban con insistencia hacia una pequeña montaña de escombros; Elyze miró sin comprender, pero el elfo fue más rápido y comenzó a apartarlos hasta descubrir una abertura cuadrada en el fondo. Ambos se miraron, pero no tenían elección, pues las figuras casi les estaban empujando hacia allí, de modo que cerraron los puños y desafiaron a la suerte.

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